jueves, 3 de diciembre de 2009

¿Cómo nos afecta el cambio climático?

¿Os habéis fijado que en los últimos años los árboles caducifolios pierden las hojas más tarde? ¿Habéis observado que ahora las rosas florecen incluso en diciembre? ¿Habéis ido en manga corta hasta casi Navidad? Si sois amantes del esquí, de bien seguro os habréis dado cuenta que este invierno las montañas son más verdes que blancas... ¿Qué está pasando?

Que el planeta se ha vuelto más cálido en los últimos años es un hecho. El clima, ha estado siempre en constante cambio. Hace unos 300 millones de años, la temperatura de la Tierra era hasta 8ºC más elevada que ahora. En cambio, en la era glacial (hace unos 10.000 años), en la época de los grandes mamíferos como los mamuts o los bisontes gigantes, la temperatura global media era unos 5ºC más baja que la actual.

¿Por qué, decimos entonces que estamos sufriendo un cambio climático?

La gran diferencia con el pasado es la velocidad del cambio. En los últimos 30 años la temperatura ha subido 0,2ºC cada 10 años, mientras que en el pasado esta variación tardaba siglos! Con este ritmo tan acelerado, los sistemas naturales y las especies no tienen tiempo de adaptarse al nuevo clima.

La segunda gran diferencia es el origen. La mayoría de los científicos están de acuerdo al señalar al hombre como responsable principal del cambio climático actual. Desde la revolución industrial, la temperatura ha aumentado a medida que aumentaban nuestras emisiones de dióxido de carbono (CO2) y otros gases a la atmósfera. Este *CO2, junto con el vapor de agua y otros gases, dejan pasar la energía del Sol pero impiden que se escape la energía irradiada por el planeta, hecho que contribuye a mantenerlo caliente, del mismo modo que lo haría un invernadero. Este efecto invernadero es un fenómeno natural que permite que haya vida en la Tierra, pero últimamente se ha visto potenciado por la actividad humana y el aumento de temperatura se ha disparado.

Variación de la temperatura global (rojo) y de la concentración de dióxido de carbono (azul) presente en el aire en los últimso 1000 años.

¿Y qué si aumenta la temperatura?

Los científicos prevén una subida de temperatura de entre 1,4ºC y 5,8ºC para los próximos 100 años. Pero los efectos del cambio climático ya son apreciables en cualquier parte del mundo. La tercera parte de la capa de hielo del Kilimanjaro ha desaparecido en los últimos 12 años y es probable que antes del 2020 ya no quede nada. El 87% de los glaciares de la Antártida han sufrido un retroceso durante los últimos 50 años, los cinco últimos años a un ritmo de 50 metros por año. Este deshielo, junto con la expansión de los océanos cada vez más calientes, hace que esté subiendo el nivel del mar. En los próximos 100 años se calcula que subirá cerca de 90 centímetros, cosa que supondría la desaparición de muchas islas y de muchas poblaciones costeras. Es el caso de las islas Maldivas, un estado constituido por unas 200 islas en el océano Pacífico que desaparecería del mapa al quedar totalmente sumergido.

Por otra parte, el aumento de temperatura altera los flujos atmosféricos y oceánicos que inciden en el clima, y esto hace que cada vez sean más frecuentes los sucesos climáticos extremos, como huracanes, fuertes lluvias, sequías severas, oleadas de calor y de frío, etc. ¿Recordáis el huracán Katrina en EE.UU en el año 2005, la oleada de calor del 2003 en Europa, o las inundaciones en Pakistán del 2005? Todas son catástrofes recientes que se cobraron centenares de vidas.

Por otra parte, la elevada temperatura también afecta de manera directa numerosas especies. El coral es una de las más perjudicadas. El año 1998, el más cálido del siglo, murió el 16% de los corales del planeta, y la gran barrera coralina de Australia está condenada a desaparecer en los próximos 50 años.


Los países más pobres son los que menos contribuyen al cambio climático, pero en cambio son los que seguramente sufrirán más sus efectos. Por el contrario, los países fríos y desarrollados, como los EE.UU. y los países del norte de Europa, además de contar con mejor tecnología y medios para afrontar los daños, el aumento de temperatura incluso proporcionar algunos efectos positivos. La producción del vino en Inglaterra empieza a ser muy rentable y de una calidad insospechadamente buena, y otros productos, como los cereales o ciertas frutas y verduras se podrán cultivar en estas latitudes. También el turismo puede mejorar en estos países si empiezan a disfrutar de buen "tiempo". Se prevé, que los efectos positivos sean cada vez menos y más débiles. Pese a estos efectos positivos, la proximidad de las Islas Británicas al polo norte hace que la subida del nivel del mar amenace sus costas.

¿Y a nosotros cómo nos afecta?

El efecto más importante sobre la zona mediterránea es el aumento de la sequía. El agua es ya un bien escaso en nuestro país. Muchas poblaciones sufren restricciones de agua en verano y todos recordamos el conflicto que supuso el proyecto del trasvase de agua del Ebro hacia tierras del sur. Estos conflictos pueden verse agravados con el incremento de la sequía, cuando agua sea, cada vez más, un factor limitante para el crecimiento de las ciudades y el mantenimiento de la población y las actividades con el actual ritmo de consumo.

Respecto al turismo, pudimos ver un ejemplo durante el pasado puente de diciembre (2006), con buena parte de las pistas d'esquí cerradas por carencia de nieve. Por otra parte, una temperatura demasiado tórrida, unas playas reducidas por la subida del nivel del mar y dificultades para abastecer de agua a las ciudades no son un buen atractivo para los turistas.

Según las predicciones de los expertos, la agricultura en nuestro país se vería afectada sobre todo por el incremento de la sequía, con una mayor pérdida de cosechas y una extensión de las zonas desérticas. También se prevé un aumento de las plagas.

Temperaturas más altas agravan los problemas sanitarios derivados de la contaminación atmosférica y de las oleadas de calor. El calentamiento del mar ya ha provocado la proliferación de medusas y hay más insectos. Algunos estudios advierten de un incremento de ciertas enfermedades tropicales. La Península Ibérica será un terreno propicio para los mosquitos que transmiten la malaria. El mosquito tigre, que es un vector potencial de esta enfermedad, ya ha colonizado Barcelona, aunque todavía a día de hoy no la transmite.

En general, el cambio climático provocará una pérdida de biodiversidad. El delta del Ebro, las zonas húmedas del Empordá, las maresmas de Doñana y las Tablas de Daimiel son ejemplos d'espacios naturales húmedos que pueden desaparecer con un clima más cálido y seco. Con ellos desaparecerían las especies propias de estos ambientes, como muchas aves y casi todos los anfibios. También los espacios de alta montaña peligran con temperaturas más cálidas.

La acción más lógica es, sin duda, reducir las emisiones de los gases que provocan el cambio climático. A pesar de la evidencia, poco se ha hecho desde los gobiernos del mundo en este sentido. El protocolo de Kyoto, un compromiso mundial para reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero, no ha sido ratificado por el principal emisor, los EE.UU., responsables del 25% de las emisiones mundiales de CO2. Con respecto a los países que sí lo ratificaron, no todos han cumplido los objetivos. En 2004 España emitió casi tres veces más de lo que se había establecido en este protocolo.

No hace falta esperar políticas contra el cambio climático por reaccionar. Cada uno de nosotros somos responsables de una gran cantidad de emisiones de gases efecto invernadero. Utilizar el transporte público, no consumir más productos y energía de las necesarias, reducir los embalajes, comprar productos locales y utilizar bombillas y electrodomésticos de bajo consumo son algunos de los ejemplos de acciones que contribuyen a reducir nuestras emisiones de CO2 y otros gases efecto invernadero.

Hay que tener en cuenta que aunque se dejaran de emitir gases de efecto invernadero en este mismo instante, no se notarían los efectos positivos hasta de aquí un tiempo. No sólo hacen falta todas estas acciones mitigadoras, sino que también hace falta asumir que nos tocará vivir en un país más cálido y más seco. La adaptación a las nuevas condiciones climáticas acontece también una estrategia necesaria por hacer frente al cambio climático.

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