jueves, 3 de diciembre de 2009

El "crash" del 29

El “crash” de 1929 representa el mayor y mas catastrófico acontecimiento de la historia económica. Sus repercusiones se verían posteriormente reflejadas en los millones de parados, muchos de ellos de clase media, que se vieron abocados a una existencia mas que precaria durante años hasta que las cosas fueron retomando la “normalidad”.

Bajo los siguientes 10 años, a los que se denominó la “Gran depresión”, millones de personas perdieron sus empleos y los ahorros de miles de familias producto de años de trabajo, se evaporaron en cuestión de horas sin que los banqueros de la Tierra de las Oportunidades pudieran hacer nada por protegerlos de la especulación bursátil. Los mismos banqueros eran la especulación bursátil…

La sociedad americana antes del “crash” se había acomodado y desarrollado económica y financieramente hasta límites nunca antes vistos en otras naciones. Todo parecia ir viento en popa y nada parecia amenazar el camino triunfante de los Estados Unidos de America. Estados Unidos se afianzo como lider económico mundial indiscutible y su economia tuvo una nueva y gran expansión durante los “felices veinte” producto de las rentas de la Primera Guerra Mundial, las exportaciones masivas a Europa y a America Latina. El auge de los créditos bancarios y la explosión de sectores como la construcción o la industria del automovil se alinearon para modelar la imagen que el gigante americano se labraba de cara al exterior.

Uno de los más importantes estudiosos del crash de 1929, John Kenneth Galbraith, describió el periodo de los años veinte de la siguiente manera: “La producción y el empleo eran altos y aumentaban constantemente. Los salarios no subían demasiado y los precios eran estables. Aunque muchas personas eran todavía muy pobres, eran mas los acomodados confortablemente, los prósperos y adinerados, en una palabra, los mas ricos que nunca… Los negocios eran prósperos y permitían ganancias que se incrementaban rápidamente; ciertamente era una suerte ser hombre de negocios en aquella época… Merecía la pena volver a considerar la idea de una inexorable ley de la compensación: los diez buenos años habían de pagarse con diez malos… en los treinta“.


A mitad de la década de los veinte, la situación económica comenzaba a cambiar pero las actitudes de financieros, banqueros y políticos comenzaban a negar los primeros signo de alarma.
Estas señales se iban reflejando poco a poco en la vida cotidiana pero no en el optimismo de la gente y tampoco en los mercados bursátiles. Este fenómeno cíclico de desarrollo económico, especulación y depresión se volvería a repetir de formas diversas a lo largo del siglo XX.

Existe una anécdota de Joe Kennedy, padre de John y Robert, que viene a representar la situación que empezaba a vislumbrar la catástrofe en el horizonte. Un limpiabotas de Wall Street, que invertía de forma habitual en la Bolsa, tuvo la siguiente conversación con Joe Kennedy, mientras le limpiaba los zapatos:
— ¿Cómo va la bolsa, Pat?
—Subiendo, mister Kennedy, subiendo.
—¿Si? ¿Ganas mucho?
—Desde luego. ¿Quieres un buen consejo?. Compre petróleo y ferrocarriles, se van a poner por las nubes. Me lo ha dicho un tipo que esta en el secreto.

Kennedy pagó la propina al limpiabotas y al cuando llegó a casa le comentó a su mujer que una Bolsa en la que cualquiera podía invertir y un limpiabotas predecir no era un mercado fiable para los Kennedy. Joe dejó Wall Street y no padeció las consecuencias del crash.

Aunque banqueros, empresarios, jugadores, limpiabotas, amas de casa o jubilados empujaban el mercado bursátil al alza, la economía bajaba cada vez de forma más acelerada y las empresas comenzaban a tener problemas mucho antes del conocido martes negro. Las caídas en la construcción, en la fabricación de automóviles o en el indice de producción industrial daban buenas muestras de los síntomas que padecía la economía estadounidense.

Existía un ambiente artificial entre la población por el cual los ciudadanos compraban acciones a plazo con fianza, lo cual suponía un riesgo enorme si las cosas se torcían, como así pasó. Calvin Coolidge, el propio presidente norteamericano, poco antes de abandonar la presidencia, confirmaba ese ambiente artificial en el discurso del Estado de la Unión, en diciembre de 1928: “Ninguno de los Congresos de Estados Unidos hasta ahora reunidos para examinar el estado de la Unión tuvo ante si una perspectiva tan favorable como la que se nos ofrece en los actuales momentos”. Siguió hablando de “considerar el presente con satisfacción y encarar el futuro con optimismo, ya que Ia fuente principal para esta bendita situación sin precedentes reside en el carácter e integridad del pueblo norteamericano“.

Incluso días antes de dejar la Casa Blanca en 1929, Coolidge confirmaba que todo iba “perfectamente bien“, y que las acciones “estaban baratas a los precios corrientes“. En septiembre de 1929, el presidente del Stock Exchange decía: “Se han acabado los ciclos económicos tal como los hemos conocido“. Nadie quería ver lo que ya sabían. Las élites buscaron arañar los despojos de una economía que se había convertido hace tiempo en un espejismo. El espejismo se convertiría a su vez en una maldición de para millones de humildes trabajadores y trabajadoras.

En el otoño de 1929, la economía finalmente entró en su fase de caída libre y el 24 de octubre comenzó el “crash”. John Steinbeck, fue el mas famoso orador de la Gran Depresión que vendría a continuación. Su novelas “Las uvas de la ira” de 1939, reflejó el estado de la sociedad, a través de un grupo de personas que desde Oklahoma marcha hacia California, pasando por todo tipo de penalidades hasta llegar a la supuesta tierra prometida para ser finalmente explotados.

Estados Unidos necesitaría 10 años y una nueva guerra para retomar su posición económica pero las practicas que habían llevado a la Gran Depresión continuaron formando parte de las élites financieras y políticas hasta nuestros días.

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